4 de junio de 2007

Anécdotas de viajes

Cuando era muuuuyyy chiquita, mis padres comenzaron a edificar una casita de fin de semana en la provincia de Buenos Aires (localidad de Villanueva). Lógicamente, al no tener auto, viajábamos en tren. Y todas las cosas que nos sobraban las llevábamos a aquella casita. Un día llevábamos nuestras antiguas camas de pino (la de mi hermano y la mia) obviamente en el furgón. Para esa época, la única mascota que nuestros padres nos permitían tener era una lorita de esas verdes (de las que hablan), que casualmente se la habían traído a mi viejo de regalo un señor que había venido de Corrientes (otro ferroviario) a conocerlo ya que hablaban siempre por temas laborales y le trajo el "souvenir". La cosa era: "Qué corno hacíamos con la mascota?" No estaba permitido llevar animalitos en el vagón junto con las personas Y NO ESTÁBAMOS DISPUESTOS A ENCERRAR A PEPA EN UNA JAULA!!! Cuando en casa vagaba libre por donde quería. Ahí se le ocurrió la genial idea a mi hermano, llevarla en la bolsita de higiene que usaba para el cole. Total si aparecía el guarda, tiraba del cordoncito, la bolsita se cerraba y listo. LLegó el momento, aparece el "chancho" pidiendo los boletos, cuando en "ese preciso instante" y a pesar de que mi hermano quería disimular, PEPA ASOMÓ LA CABEZA POR LA BOLSA Y A LOS GRITOS EMPEZÓ: "HOLA!!! COMO TE VA???" No les puedo explicar la cara del guarda Y LA CARA DEL PASAJE!!! Se empezaron a parar para ver la gracia, yo no sabía dónde meterme, mi hermano rojo como un tomate tratando de guardar en la bolsita a Pepa y mis viejos, la mejor cara de pelotudos. Se ve que al chancho le causó tanta gracia la expresión de Pepa, que hizo la vista gorda y nos dejó seguir. La cosa continuó cuando nos bajamos en la estación, ya que para llegar a nuestra casita había que caminar 5 cuadras. Pepa de la bolsa se escapaba y había que llevar las camas. Así mi hermano de un lado y yo del otro cargamos la cama y Pepa iba lo más campante en los tirantes de la cama. A partir de ese día fuimos los ridículos que veníamos de la Capital, paseando a un loro encima de una cama por la calle principal del pueblo.

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